lunes, 25 de agosto de 2008
Pantallazo Urbano
domingo, 24 de agosto de 2008
Espacios...
Espacios...
La Capital Federal de Buenos Aires es, antes que nada, un lugar donde hay exceso de lugares. Sus pasillos recorren historias, espacios y momentos; todo esta relacionado de alguna manera. Algunos lugares juegan el rol de “puntos de organización” del laberinto de la gran ciudad. Los hay de diversas formas, depende de la simbología urbana que se utilice.
Si se mira la ciudad desde lo alto del cielo, se pueden ver por doquier pequeños puntos verdes: las plazas y los parques. El porteño es un amante de los espacios naturales que parecen ser como los infiltrados a una zona a la que no pertenecen.
Bajando un poco más cerca de la tierra, se pueden ver los condensados manchones de árboles diseminados por el mapa y finitas hileras de verde que se pasean por todas partes.
A menos de cincuenta metros del suelo, el verde adquiere vida propia, aparecen los niños corriendo a la pelota y las parejas compartiendo alguna lectura; todos están como nadando en la marea de naturaleza solitaria. Seguramente cuatro o cinco cuadras en alguna dirección, se este repitiendo alguna escena similar; el verde y los perros ladrándole al cielo.
Cada una con su estilo: las hay pequeñas y barriales; inmensas y multitudinarias; feas y sucias, pero simpáticas para los deambulantes nocturnos; imperiales y solo aptas para animales de raza importada y damas maquillados, de diseño escrupulosos ó espacios de barro. Son visitadas por los caminantes de momento, los solitarios, los que tienen una hora para almorzar y luego vuelven al trabajo, deportistas, artesanos, grupos de adolescentes, malabaristas, estudiantes estresados de tanta biblioteca, y sobre todo por los niños.
Las aventuras del arenero y los viajes en tobogán. El ataque del superperro cuando en realidad solo quería chupetearles la cara. Los llantos, tanto porque las hamacas están ocupadas, como porque no se quería meter en la arena, y más que nada, por tener que dejar el mundo de la plaza porque hay que ir a comer.
Además de ser un lugar de encuentro y de comunicación, las plazas y los parques cumplen con un rol histórico central para cada barrio, ciudad o país. Por un lado son los museos públicos de miles de obras de artes y célebres monumentos, y por el otro, son la representación de la misma naturaleza que fue creada por el hombre. Por sus espacios desfila la complejidad del ser urbano.
La Capital Federal de Buenos Aires es, antes que nada, un lugar donde hay exceso de lugares. Sus pasillos recorren historias, espacios y momentos; todo esta relacionado de alguna manera. Algunos lugares juegan el rol de “puntos de organización” del laberinto de la gran ciudad. Los hay de diversas formas, depende de la simbología urbana que se utilice.
Si se mira la ciudad desde lo alto del cielo, se pueden ver por doquier pequeños puntos verdes: las plazas y los parques. El porteño es un amante de los espacios naturales que parecen ser como los infiltrados a una zona a la que no pertenecen.
Bajando un poco más cerca de la tierra, se pueden ver los condensados manchones de árboles diseminados por el mapa y finitas hileras de verde que se pasean por todas partes.
A menos de cincuenta metros del suelo, el verde adquiere vida propia, aparecen los niños corriendo a la pelota y las parejas compartiendo alguna lectura; todos están como nadando en la marea de naturaleza solitaria. Seguramente cuatro o cinco cuadras en alguna dirección, se este repitiendo alguna escena similar; el verde y los perros ladrándole al cielo.
Cada una con su estilo: las hay pequeñas y barriales; inmensas y multitudinarias; feas y sucias, pero simpáticas para los deambulantes nocturnos; imperiales y solo aptas para animales de raza importada y damas maquillados, de diseño escrupulosos ó espacios de barro. Son visitadas por los caminantes de momento, los solitarios, los que tienen una hora para almorzar y luego vuelven al trabajo, deportistas, artesanos, grupos de adolescentes, malabaristas, estudiantes estresados de tanta biblioteca, y sobre todo por los niños.
Las aventuras del arenero y los viajes en tobogán. El ataque del superperro cuando en realidad solo quería chupetearles la cara. Los llantos, tanto porque las hamacas están ocupadas, como porque no se quería meter en la arena, y más que nada, por tener que dejar el mundo de la plaza porque hay que ir a comer.
Además de ser un lugar de encuentro y de comunicación, las plazas y los parques cumplen con un rol histórico central para cada barrio, ciudad o país. Por un lado son los museos públicos de miles de obras de artes y célebres monumentos, y por el otro, son la representación de la misma naturaleza que fue creada por el hombre. Por sus espacios desfila la complejidad del ser urbano.
Etiquetas: naturaleza urbana, plazas
lunes, 11 de agosto de 2008
Esteros
Plantar los pies en cualquier punto de los Esteros del Iberá implica la contemplación de la llana e infinita naturaleza. Recorrer sus cambiantes tierras donde las estepas, los bosques y las lagunas son musicalizadas por los cantos de las aves obligan al intruso a ser simplemente uno más en la irracional vida salvaje en estado puro.
Uno puede caminarla, cabalgarla, hasta hacerse de un bote para navegar sus aguas; de todos modos el terreno es siempre un misterio solo comprendido por las pacientes siestas de los yacarés, los alarmantes ladridos de los carpinchos y la atenta y escurridiza observación de los ciervos axis. Todas son especies que abandonan sus escondites entre los pastizales para, al momento en que el terrible sol correntino azota, buscar ambientes acuáticos para refrescarse y alimentarse. El agua, ese recurso que escasea en el mundo, aparece acá en formas fascinantes en los “tajamares” tan concurridos por los animales de la zona. El agua se siente corriendo debajo de la inestable y propensa a los incendios tierra. La paradoja de este ecosistema se da justamente por la presencia del fuego y las inundaciones como disturbios naturales, dos fenómenos que obligan a quienes habitan aquí a luchar por establecerse. Millones de años de evolución posibilitaron a las especies generar adaptaciones para soportar estos fenómenos naturales.
Este inmenso sistema de humedales debe su nombre a la cultura guaraní que habitó estas tierras. “Δ significa agua y “bera” refiere a algo que brilla, queriendo decir en su conjunto “agua que resplandece o brilla”. Esta denominación no resultaría extraña a cualquiera que observe sus lagunas durante la aurora o antes del anochecer. Por el sistema cerrado que conforma los esteros la quietud es absoluta, y la diferencia de temperatura entre el aire y el agua provocan un efecto de reflejos muy particulares. Son espejos de agua donde se reflejan perfectamente las nubes y el cielo en ese momento mágico del atardecer.
No es casualidad que los esteros sean constantemente visitados por naturistas y fotógrafos de aves. Esta zona es biológicamente una de las más variadas y ricas del mundo. Esto es así por el “estancamiento del agua”, ya que solo drena superficialmente hacia el río Corrientes que desemboca en el Paraná. Así se da la posibilidad a un constante desarrollo de las especies provenientes de tres provincias botánicas diferentes: el espinal del sur; el quebracho, el algarrobo, las palmeras y las estepas del Chaco; las selvas mixtas y los campos paranaenses. Como resultado de esta mezcla se encuentran más de 350 tipos de aves habitando las copas de los árboles y sobrevolando la soledad correntina..
Uno puede caminarla, cabalgarla, hasta hacerse de un bote para navegar sus aguas; de todos modos el terreno es siempre un misterio solo comprendido por las pacientes siestas de los yacarés, los alarmantes ladridos de los carpinchos y la atenta y escurridiza observación de los ciervos axis. Todas son especies que abandonan sus escondites entre los pastizales para, al momento en que el terrible sol correntino azota, buscar ambientes acuáticos para refrescarse y alimentarse. El agua, ese recurso que escasea en el mundo, aparece acá en formas fascinantes en los “tajamares” tan concurridos por los animales de la zona. El agua se siente corriendo debajo de la inestable y propensa a los incendios tierra. La paradoja de este ecosistema se da justamente por la presencia del fuego y las inundaciones como disturbios naturales, dos fenómenos que obligan a quienes habitan aquí a luchar por establecerse. Millones de años de evolución posibilitaron a las especies generar adaptaciones para soportar estos fenómenos naturales.
Este inmenso sistema de humedales debe su nombre a la cultura guaraní que habitó estas tierras. “Δ significa agua y “bera” refiere a algo que brilla, queriendo decir en su conjunto “agua que resplandece o brilla”. Esta denominación no resultaría extraña a cualquiera que observe sus lagunas durante la aurora o antes del anochecer. Por el sistema cerrado que conforma los esteros la quietud es absoluta, y la diferencia de temperatura entre el aire y el agua provocan un efecto de reflejos muy particulares. Son espejos de agua donde se reflejan perfectamente las nubes y el cielo en ese momento mágico del atardecer.
No es casualidad que los esteros sean constantemente visitados por naturistas y fotógrafos de aves. Esta zona es biológicamente una de las más variadas y ricas del mundo. Esto es así por el “estancamiento del agua”, ya que solo drena superficialmente hacia el río Corrientes que desemboca en el Paraná. Así se da la posibilidad a un constante desarrollo de las especies provenientes de tres provincias botánicas diferentes: el espinal del sur; el quebracho, el algarrobo, las palmeras y las estepas del Chaco; las selvas mixtas y los campos paranaenses. Como resultado de esta mezcla se encuentran más de 350 tipos de aves habitando las copas de los árboles y sobrevolando la soledad correntina..
Etiquetas: esteros del ibera, vacaciones, yacaré
Suscribirse a Entradas [Atom]