lunes, 11 de agosto de 2008

 

Esteros




Plantar los pies en cualquier punto de los Esteros del Iberá implica la contemplación de la llana e infinita naturaleza. Recorrer sus cambiantes tierras donde las estepas, los bosques y las lagunas son musicalizadas por los cantos de las aves obligan al intruso a ser simplemente uno más en la irracional vida salvaje en estado puro.
Uno puede caminarla, cabalgarla, hasta hacerse de un bote para navegar sus aguas; de todos modos el terreno es siempre un misterio solo comprendido por las pacientes siestas de los yacarés, los alarmantes ladridos de los carpinchos y la atenta y escurridiza observación de los ciervos axis. Todas son especies que abandonan sus escondites entre los pastizales para, al momento en que el terrible sol correntino azota, buscar ambientes acuáticos para refrescarse y alimentarse. El agua, ese recurso que escasea en el mundo, aparece acá en formas fascinantes en los “tajamares” tan concurridos por los animales de la zona. El agua se siente corriendo debajo de la inestable y propensa a los incendios tierra. La paradoja de este ecosistema se da justamente por la presencia del fuego y las inundaciones como disturbios naturales, dos fenómenos que obligan a quienes habitan aquí a luchar por establecerse. Millones de años de evolución posibilitaron a las especies generar adaptaciones para soportar estos fenómenos naturales.
Este inmenso sistema de humedales debe su nombre a la cultura guaraní que habitó estas tierras. “Δ significa agua y “bera” refiere a algo que brilla, queriendo decir en su conjunto “agua que resplandece o brilla”. Esta denominación no resultaría extraña a cualquiera que observe sus lagunas durante la aurora o antes del anochecer. Por el sistema cerrado que conforma los esteros la quietud es absoluta, y la diferencia de temperatura entre el aire y el agua provocan un efecto de reflejos muy particulares. Son espejos de agua donde se reflejan perfectamente las nubes y el cielo en ese momento mágico del atardecer.
No es casualidad que los esteros sean constantemente visitados por naturistas y fotógrafos de aves. Esta zona es biológicamente una de las más variadas y ricas del mundo. Esto es así por el “estancamiento del agua”, ya que solo drena superficialmente hacia el río Corrientes que desemboca en el Paraná. Así se da la posibilidad a un constante desarrollo de las especies provenientes de tres provincias botánicas diferentes: el espinal del sur; el quebracho, el algarrobo, las palmeras y las estepas del Chaco; las selvas mixtas y los campos paranaenses. Como resultado de esta mezcla se encuentran más de 350 tipos de aves habitando las copas de los árboles y sobrevolando la soledad correntina..

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